Veamos en primer lugar algunos antecedentes del personaje. Los diez
años clave de su formación militar, entre 1914 y 1924, es decir, de
los 23 a los 33 años –había ingresado con 16 en la Academia de
Infantería en 1907–, Yagüe los pasa con los Regulares Indígenas
de Melilla y Tetuán. Y esto en un período en el que el país vive
hechos de suma importancia como la crisis de 1917 y los desastres
coloniales que conducen al golpe de Primo de Rivera. La juventud de
Yagüe coincide con dos hitos del militarismo hispano como la Ley
de Jurisdicciones de 1906 y las Juntas de Defensa de 1917.
Todo ello configura bien lo que conocemos por los africanistas, una
élite militar surgida al calor de las colonias africanas en pleno
derrumbe del montaje de la Restauración. Recordemos que este montaje
fue la respuesta de las clases de orden ante el intento de
evolucionar en el sentido en que lo hacía ya entonces Europa. Y será
con estos militares, que han visto como el Imperio se esfumaba y han
vivido hechos como la derrota de Annual en 1921 a manos de los
rifeños de Abd-el-Krim, con los que la II República deba contar
para sus planes reformistas.
El hecho que marca la vida de Yagüe es sin duda la ocupación de
Badajoz y Talavera de la Reina al frente de las columnas enviadas
contra Madrid desde Sevilla. Pero éste no se entendería sin otro
previo: su intervención a las órdenes de Franco durante la
revolución de Asturias de octubre del 34. El ministro Diego Hidalgo
abrió las puertas del Estado Mayor Central a Franco, que ya no
saldría de allí hasta las elecciones de febrero del 36 y que no
encontró mejor solución para la crisis asturiana que echarles
encima el Ejército de África con su amigo Yagüe al frente. Estamos
ante el ensayo de lo que ocurrirá en julio de 1936: en 1934 primero
vino la revolución y luego la represión militar; en el 36 será al
revés. La derecha ve por fin la luz: Franco, los africanistas y su
ejército se convierten en su esperanza. Además, el Ejército, que
no sabe sino acumular derrotas desde tiempo inmemorial, encuentra por
fin un enemigo al que puede vencer: el enemigo interno, que acabará
siendo su único enemigo durante décadas.
Grande hazaña! Con
muertos!
Y llegamos a Badajoz. Conviene aclarar la cronología: Yagüe sólo
estará al mando de la Columna de la Muerte desde la caída de
Mérida, en la que no intervino, hasta la de Maqueda. Es decir, del
12 de agosto al 20 de septiembre. La ocupación de Toledo se hace ya
con Varela. Las razones por las que deja el mando en esa época
–resulta difícil creer que fue por cansancio– constituyen un
misterio. Luego seguirá de Jefe del Tercio y en diciembre volverá a
tomar el mando de las columnas que rodean Madrid. Al final de la
guerra lo veremos en la Plaza de Cataluña recién tomada Barcelona y
luego vendrán las recompensas: Ministro del Aire (1940-1942), jefe
del Xº Cuerpo de Ejército (1943) y Capitán General de la VI Región
Militar (1943-1952) hasta su muerte. Pero son esos trescientos y pico
de kilómetros los que cimentarán su leyenda. La matanza de Badajoz
constituye uno de los grandes símbolos del ciclo de violencia
abierto a consecuencia del golpe militar del 18 de julio. Fue clave
por lo que tuvo de carácter ejemplarizante para las zonas aún no
ocupadas y también porque, dada la cercanía de Portugal, fue la
primera matanza de la que llegaron fotos y crónicas al extranjero.
De la ocupación de la ciudad sólo hay que decir que fue mistificada
para engrandecer la hazaña de Yagüe y que en realidad sólo
cabe catalogarla de sanguinaria chapuza. Una vez tomada la
ciudad, Yagüe permanece en ella cuatro días, en los que tiene lugar
el exterminio de cientos de milicianos, guardias de Asalto,
militares, etc. En uno de los informes que Yagüe envía a Franco,
entonces en Sevilla, le cuenta la operación y remite a un documento
adjunto con detalle de bajas propias, cadáveres recogidos, armas
capturadas al enemigo, etc. Pero este documento adjunto ha
desaparecido. La Hoja de Servicios del militar golpista
también es problemática: resulta evidente que no se trata de la
original sino otra reescrita posteriormente. Una prueba de esto sería
que da el número de 285 como el de bajas propias de la ocupación de
Badajoz. Ese número es el que da también su biógrafo Calleja,
cuando lo cierto es que fueron 185 (44 muertos y 141 heridos).1
Es imposible que Yagüe ignorara el número de bajas propias de la
operación, por lo que hay que pensar que la cifra fue inflada
adrede. La razón es simple. Carece de sentido alguno que en el
ataque a una fortaleza los atacantes tengan muchas menos bajas que
los atacados. Un testigo de los hechos, el propietario salmantino Lisardo Sánchez, que entró en Badajoz el 15
de agosto, dejó escrito: “Es algo horrible ver los muertos a
montones por las calles. Tres días han tardado tres camiones en
limpiar la capital de cadáveres, a pesar de colocarlos en posición
vertical para poder transportar más al cementerio, donde eran
quemados en imponentes montones”.
De lo que ocurrió en esos momentos da cuenta este testimonio sobre
lo ocurrido en la plaza de toros:
A eso de las tres y media de la
mañana [del día 15 de agosto] llegamos a la Plaza de Toros y los
civiles se bajaron. Allí había muchos legionarios y Civiles, todos
hablaban muy alto y se les veía muy nerviosos. (...). Nos dijeron
que pusiéramos el camión dentro y entonces me fijé que en los
chiqueros había mucha gente vigilados por legionarios y muchos
gritaban y lloraban. Dentro del ruedo a mano izquierda según se
entraba había varios muertos en fila y nos dijeron que los
cargáramos en el camión y nos los lleváramos al cementerio. Un
legionario sacó a dos presos y les mandó ayudarnos a cargar a los
muertos. Esta vez no los conté porque me impresioné mucho, ya que
aún estaban calientes. Recuerdo que uno de ellos se quejó al
dejarle caer en la plataforma y un legionario sacó la pistola y le
dio un tiro en la cabeza. Yo estaba muerto de miedo y no me atrevía
ni a hablar. (...). Cuando terminamos [en el cementerio] nos dijeron
que volviéramos a la Plaza de Toros y así lo hicimos. Al llegar de
nuevo a la Plaza, aún de noche oscura, vi que había más guardias
civiles y paisanos que antes. Algunos de los paisanos iban vestidos
de falangistas. Desde los chiqueros salían muchas voces y la gente
lloraba en su interior, junto a la puerta del túnel había dos
legionarios de guardia que no decían nada. Pero los paisanos se
reían mucho. (...). Dentro de la plaza había esta vez más muertos,
pero no todos juntos, sino un montón aquí y otro más allá.
Después supe que los sacaban por tandas y los iban fusilando. Aquel
día dimos lo menos seis viajes y después ya no mataron a nadie más,
pero nos mandaron recoger por las calles a los que allí había, que
en algunos sitios estaban amontonados como si en vez de personas
fueran animales. También hubo otros recogiendo muertos y los
militares recogían los suyos, (...), a los paisanos los fuimos
dejando a las puertas, en el descampado donde habíamos dejado a los
primeros. Hacia las tres de la tarde había muchísimos allí. Ese
día terminamos hacia las cuatro de la tarde y nos dijeron que al
día siguiente 16 estuviéramos en la Plaza de Toros a las cuatro de
la mañana y un paisano que más tarde se hizo falangista pero que
antes no lo había sido y que vivía en la calle Menacho nos dijo que
había `...que seguir
haciendo el arrastre...´. 2
Una cifra probable de personas asesinadas en Badajoz entre el 14 y el
17 de agosto, con Yagüe como jefe supremo, estaría entre 1.200 y
1.500. De ellas sólo llegarán a inscribirse una de cada cinco (en
Sevilla 1/6). Sólo con esto Yagüe hubiera engrosado la lista de
criminales de guerra del siglo XX y hubiera acabado en el banquillo
de haber existido la ocasión. Pero no fue sólo eso. Yagüe, como
coordinador del golpe en el norte de África, fue responsable de
todos los asesinatos allí habidos desde el 17 de julio.
1 Calleja, Juan José, Yagüe,
un corazón al rojo,
Ed. Juventud, Barcelona, 1963.
2 Se trata de un testimonio anónimo
de indudable interés recogido por Francisco Pilo Ortiz, reproducido
en su obra Ellos lo vivieron (Ed. del Autor, Badajoz, 2001, p.
151 y ss.). Lo curioso del caso es que este
mismo autor se ha convertido
posteriormente en uno de los voceros más estridentes y agresivos de
la versión que minimiza la matanza, llegando a bautizar a la Columna
de la Muerte como la Columna de la Vida.
Se nota i se aprecia un excelente trabajo- Gracias
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