El
general Yagüe, marqués de San Leonardo de Yagüe, con varias cruces militares,
una de ellas por su acción en Asturias en 1934, donde sus legionarios ensayaron
con los mineros la vesánica represión que luego sería habitual en la guerra; Palma
de Plata de Falange; hijo predilecto de Burgos, Soria, Oviedo, Badajoz, etc.; Gran Cruz del Águila alemana potenzada
con cuatro diminutas esvásticas; medalla al trabajo y de sufrimientos por la
patria, etc.
Yagüe,
el que inicia el Movimiento el 17 de julio en Ceuta, donde no hay resistencia,
pero sí los primeros asesinatos de civiles y militares leales al gobierno legítimo;
el que avanza hasta Maqueda, a un paso de Madrid, al frente de la Columna de la
Muerte, dejando simas de sangre popular a su paso; el impulsor de Franco a la
dictadura vitalicia; el pionero de la Guerra
Relámpago, luego desarrollada por Hitler en toda su extensión; el que por
un día cambia el nombre de la plaza de Cataluña por la del Ejército Español;
Yagüe, primer ministro del Aire, de la aviación “del imperio que llega”, como
él decía, pero sin aviones. (Se los quiso pedir a su amigo Goering, pero este
los estaba acopiando para atacar a Polonia y a Rusia, plagadas de morlocks
granates y judíos aplastables); Yagüe, que sin duda hubiera luchado con el III Reich, al lado de su camarada Muñoz
Grandes, si no hubiera sido por los achaques y sufrimientos por la patria de
Franco.
Yagüe,
consejero nacional, capitán general y virrey de Burgos en una década que no
dudamos en calificar de ominosa (1943-1952); aniquilador del maquis en 1944;
Yagüe, “el que tantas cosas hizo por Burgos”. Hizo un hospital, pues ya se sabe
que la guerra causa muchos heridos y también sabemos que Dios nos da la
enfermedad y su remedio. A veces, como es el caso, en la misma persona. Hizo también
la barriada de su nombre, de casas “ultrabaratas”, cerca de la abarrotada
cárcel y bien lejos del centro, no fuera a ser que los obreros quisieran
codearse en el Espolón con las distinguidas señoritas de la Sección Femenina o
los alféreces de reenganche.
E hizo, eso sí, la gran metrópolis militar, el West Point celtibérico, con su
Academia de Ingenieros, su Ciudad Deportiva
militar –estrangulando el acceso de Gamonal a Fuentes Blancas– el nuevo edificio del Gobierno Militar, la
Residencia de Oficiales, la 2ª fase de la barriada militar, el cuartel de
Tropas de Sanidad, la ampliación del
aeródromo y de los viejos cuarteles de Calzadas, etc, etc., todo ello en buena
medida a costa de las arcas municipales, que luego no tenían dinero para
pavimentar las calles, sanear barrios o atender el hambre y las enfermedades
reinantes en las barriadas periféricas. Pero por Burgos y hacia el imperio.
Se
dice que un Franco agonizante mandaba llamar a Yagüe para que fuera a detener
la Marcha Verde en las provincias del Sahara español. Aznar, retorcido donde
los haya, envió a Ceuta como gobernador militar a Juan Yagüe (hijo) tras la crisis
del Perejil, con más barcos y tropas para advertencia del rey moro. Yagüe, el
general falangista, conspirador de pacotilla, aún ganaba batallas post mortem,
como el Cid. Por eso aún se quiere homenajear su memoria, como si estuviéramos
bajo el cuarentañismo. O en la Edad Media.
Oh,
Burgos, por qué no olvidar eso.
Artículo redactado por Luis Castro, enero de 2014.
Foto de la retirada de la placa(Calle General Yagüe) en Madrid por Acción Antifascista, 2006.
Portada del libro "Capital de la Cruzada. Burgos durante la Guerra Civil" de Luis Castro. Ed.Crítica.
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